miércoles, 6 de mayo de 2009

Hoteles.

Salomé, haciendo uso de toda su capacidad chantajeadora me convenció al 12897avo intento, de ir a un hotel. Al principio me causo mucha inseguridad, puesto que no tenia mucho que vi puestos de películas pornográficas con la leyenda: “hoteles ecatepec”, “hoteles tlalnepantla”, etc. Entonces francamente yo estaba nervioso, bueno no nervioso, mas bien paranoico, muy paranoico.

Sentí raro al entrar en la habitación y ver como estaba distribuido todo, me dio la misma sensación en el pecho que cuando a uno lo espantan, ese dolorcito. Los dos estábamos nerviosos, en especial ella (irónico, ella fue la de la idea). También por un momento recordé aquella sensación que tenía cuando era más pequeño al entrar a un hotel, ya que hubo una época a la que a mi familia le entro el gusto por viajar por todo el país, quizás eso fue lo que me hizo adquirir el amor y la necesidad a los viajes.

Ella saco un porro y lo fumamos en el pequeño sillón que había a un lado de la cama.

-Siento el cerebro dormido. Me duele la cabeza.
-Duérmete un rato en lo que se te pasa-
Le respondí.

Y si, ella se metió a la cama a dormir en lo que se le bajaba el efecto. Yo, que casi no duermo, me era imposible siquiera el pensar en la idea de dormir junto a ella, no, no tenia siquiera ganas de acostarme, así que me fui al lavabo, me subí en el y me puse a fumar como loco, no por desesperación, mas bien por que no tenia nada que hacer, la habitación principal estaba obscura y ella dormía, no me quedaba mas que el baño y el lavabo. Así que me quede ahí desvariando y jugando con el celular;




I am extremely sexy.

Después de como una hora así, me fui a acostar junto a ella. Como no podía dormir, me quede acostado viendo hacia el techo, con la mano izquierda detrás de la nuca y con la mano derecha me dedique a acariciarle los hombros, su espalda desnuda y jugando con su cabello. Cuando deje de hacerlo ella se volteo hacia mi y quedamos con las frentes pegadas, abrió los ojos y me dijo: -sigue- y así lo hice, seguí acariciándola, sus brazos, sus larguisimas piernas, su mejilla y su cabello. Se volvió a acomodar, pero ahora de espaldas y yo no me resistí a acariciar cada centímetro de su espalda con mis dos manos.

Después de eso, pasaron un par de cosas y luego, lo inevitable. Pero no pienso hablar de eso por aquí, no creo que con letras pudiera.

Los dos nos quedamos dormidos, abrazados. Perdí la noción del tiempo...

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