sábado, 6 de septiembre de 2008

Malicia. Parte 3

-¿quieres hablar?

Me sonrío y puso una mueca que me destrozo por dentro, mientras asentía. Salimos y emprendimos camino hacía su casa, en el camino hablaríamos.



Caminamos juntos otra vez, hacía mucho tiempo que no lo hacíamos. Caminamos en silencio por una avenida y después cambiamos de rumbo hacía la izquierda, donde caminamos en línea recta, mismo rumbo que ella y yo caminábamos hace tiempo.

-Y bien… ¿no vas a hablar?
- Si.

Le contesté mientras la miraba con una sonrisa frívola y vacía. Ella se veía un poco impaciente y tenía un toque de desesperación en su rostro. Yo sentía un martirio en mi cabeza, por primera vez en mucho tiempo me sentía inseguro, tenía mucha incerteza de lo que pasaría los próximos minutos, de lo único que estaba seguro es que cualquier cosa podría pasar.

Ella comenzó a hablar, me dijo todo lo que vivió después de que habríamos dado por concluida nuestra relación iniciada hace unos dos años, toda la gente creía que nos separábamos y nos volvíamos a unir cual si fuésemos artistas, pero no, puesto que éramos soberbios y un poco orgullosos los dos se complico eso, sin embargo vivíamos siempre en la cabeza del otro, siempre. Mientras hablábamos y caminábamos por el boulevard, por primera vez habríamos denuevo ese paréntesis (ó eso me pareció en ese momento) que habíamos abierto hace tiempo, tanto tiempo.

Ella dijo muchas cosas que ocurrieron, cosas que sonaban dolorosas. Hubo una que en especial me toco, me dijo que había intentado emprender una relación con un amigo, jamás espero mucho de la gente, el era uno de los pocos del que esperaba algo. Él pasó conmigo la época depresiva que padecí por ella, él sabía lo que sentía hace tiempo por ella, y sin embargo le había ganado su naturaleza humana, él recientemente había hablado conmigo, me había negado todo. Quizás eso fue por lo que me toco eso que me dijo, por que hizo que desconfiara más de la gente, más.

Así mismo yo le intenté decir acerca de la mayoría de las relaciones que yo había mantenido hasta el momento, al ver que lo que hablaba no lo escuchaba con mucho entusiasmo, decidí cambiar el tema. Comencé a hablarle sobre algunas de las cosas mas importantes que me habían pasado, desde la banda que recién había disuelto debido a que la mochila me pesaba mucho y necesitaba vaciarla, le conté sobre mi paso por el mundo de las drogas y mis excesos hasta concluir con mis abismos interiores. En su mirada se veía amor.

Así, durante más de una hora surcamos los anchos mares, hacia ningún lugar. Hablamos, casi de todo. Se pasó la lengua por los labios. ¿Sería yo para ella la mitad de fascinante de lo que ella lo era para mí?

Se apartó el cabello de la frente una vez más, y sus ojos se hicieron más oscuros con la intensidad de sus palabras. Me dijo más en torno a ella, sus miedos y angustias como yo lo habría hecho antes. Y me dijo algo que me paralizo.

-… y es que tú eres mío.

Por la forma en que lo dijo, sentí como si el minotauro me hubiese dado una envestida.
Seguimos caminando hasta que nos encontrábamos en un parque, cerca de su casa y en ese lugar nos lo dijimos todo. Concluyendo los dos en que era lo más adecuado volver estar juntos.

Me pasó los brazos alrededor de la cintura y me apreté contra ella, hundiendo el rostro en sus cabellos. Su piel, su cara, sus labios, eran como frío terciopelo, y su amor me envolvió con una monstruosa pureza que no tenía que ver con los corazones de las demás mascaras. Sin dejar de abrazarla, fuimos dos amantes tallados en la misma piedra, que no guardaban recuerdo de una vida anterior separados.

Eso fue lindo, pero el suplicio estaba por venir.

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