lunes, 28 de enero de 2013

Zombies de la vida real

Me gustan los zombies. Mucho.
He matado miles. En juegos, en libros, en cómics, en sueños.
He sobrevivido a hordas, pandemias, laboratorios secretos y ciudades en ruinas. Y estoy seguro, completamente seguro, que si un día despierto y el mundo se fue al carajo, y los muertos caminan por Reforma o Insurgentes, yo sobrevivo. Con estilo.

Pero eso no es lo que me da miedo.

Lo que de verdad me aterra no son los zombies de carne podrida.

Lo que me da miedo... son los zombies de la vida real.

Y no me refiero a la metáfora vacía que usan para hablar de "gente sin metas".
Me refiero a mis amigos. Mis compas. Los de siempre.
Los que un día eran brillantes, graciosos, sin filtros.
Y de repente... click... se transformaron.

Ahora son... eso.
Una especie rara de muerto viviente con corbata, esposa y cita con el SAT.
Zombies que sólo hablan de trabajo, juntas, "mi vieja" y préstamos para remodelar el baño.

Me gustaría saber cuándo fue que los mordieron.
Porque yo no lo vi venir.
Nadie gritó. Nadie pidió ayuda.
Un día simplemente dejaron de ser quienes eran, y se convirtieron en versiones apagadas de sí mismos.
Zombies godínez.
Zombies con sueldo quincenal.
Zombies con coche familiar, a meses sin intereses.

Y no es envidia.
Ni tampoco odio.
Es... duelo.
Porque perdí amigos. Porque los extraño.
Porque los miro y no están. Están sus cuerpos, pero sus risas, sus ideas, su hambre por vivir… todo eso ya se murió.

Y lo peor es que tengo miedo de ser el siguiente.

Miedo de despertarme un día con una taza de café, feliz de que es primero de mayo y no fui a laborar.
Miedo de emocionarme porque me dieron vales de despensa.
Miedo de que mi máximo placer semanal sea ir a Costco con mi pareja a ver si ya bajó la licuadora.

Tengo pavor de dejar de ser el idiota que aún se siente de 15 años, el que cree que el mundo puede ser algo más que una rutina entre oficina y recibo de luz.
Tal vez por eso no encajo.
Tal vez por eso no me invitan a los bautizos ni a las videollamadas


Así mero

Y no estoy diciendo que todos deberíamos renunciar y volvernos mochileros veganos en Sri Lanka.
Sé que hay que trabajar. Sé que hay que pagar renta.
Pero hay algo que se está perdiendo. Algo valioso.
La rabia. El deseo. El impulso.

Y eso es lo que más miedo me da de este apocalipsis.
Porque, en el de los videojuegos, los zombies te muerden.
Pero en la vida real… te convencen.
Con frases como:
“Es parte de crecer”.
“Ya es hora de madurar”.
“Oye, ¿ya checaste tu Afore?”

Y cuando menos lo piensas… ya estás muerto por dentro.
Pero con seguro de gastos médicos.


Brrrr...

Como escuché una vez a un morrillo gringo en medio de una partida de Left 4 Dead, y con la dignidad que da un rifle de escopeta en mano:

"Killing zombies is my business… and business is fucking good."

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