viernes, 16 de diciembre de 2011

Sin principios ni fines

Leí este blog de principio a fin. Todo. Entrada por entrada. Línea por línea. Como quien se encuentra una caja con cartas viejas, garabateadas por un yo que ya no soy, pero que me sigue respirando en la nuca cuando cae la noche.

Y ¿saben? Es raro. Rarísimo. Como ver un video casero donde tú eres el protagonista, pero no recuerdas haberlo filmado. Algunas cosas las leo y me digo: “¿en qué carajos estaba pensando?”. Otras, parecen escritas por el cabrón que era esta misma mañana.

La nostalgia se sienta en mi sillón, pone los pies sobre la mesa, y me dice:
“¿te acuerdas cuando pensabas que sabías algo de la vida?”

Y bueno… después de cuatro años, he decidido que este blog necesita un descanso. No es un adiós solemne, ni un cierre de ciclo espiritual.
No.
Esto es un coma inducido.
Estará dormido, babeando, medio respirando. Tal vez despierte. Tal vez no.
Lo hará cuando tenga que hacerlo. Como todo lo que vale la pena.

No lo hago porque esté en crisis. Al contrario. Hay demasiadas cosas pasando como para sentarme a teclear el drama interno. He conocido personas increíbles. Borracheras que terminan con el alma fuera de servicio, amistades que se forjan entre risas sucias, demonios que ya no dan tanto miedo. Apliqué a una beca en el extranjero —y la gané, maldita sea—, podría irme en cuarto o quinto semestre.

En marzo me lanzo solo fuera del país por primera vez. Emocionado no describe ni la mitad del asunto. Si no me come un oso o me congelo en algún hostal sin calefacción, prometo reportarme.

Y sí, ya sé, podría estar subiendo fotos, escribiendo posts bonitos, documentando todo. Pero siento que al subir una foto le robas algo al momento. Como si le quitaras el alma y lo volvieras mercancía. Y francamente, prefiero guardarlo en la parte de atrás de mi cabeza. Ahí donde están los buenos recuerdos y los besos que aún saben a cigarro.

Por suerte, en mi vida están quienes tienen que estar. Ni uno más. Ni uno menos.

Y no, no crean que esto es madurar. No me volví un tipo decente ni me peinó la adultez con raya de lado.
Sigo subiendo pendejadas en Facebook.
Y mi canal de YouTube sigue activo, lleno de basura que me enorgullece.

Pero este blog... este blog se apaga un rato. Le bajo la cortina y le dejo una nota:
“descansa, cabrón. Te lo ganaste.”

Me voy por un tiempo. ¿Cuánto? No tengo idea.
Podría regresar mañana. Podría no volver nunca.
Lo sabré cuando me vuelva a doler algo adentro y no haya mejor cura que escribir.

Es tiempo de aire limpio, de nuevas calles, de comidas con sabor extraño, de abrazar a viejos amigos y cruzarme con antiguos amores sin decir palabra.

Me voy.
No como los que se despiden.
Sino como los que simplemente cierran la puerta sin hacer ruido.

Nos vemos del otro lado.
O no.
Quién sabe.


Adiós.

P.D. Los amo mil 

-Un huracán que sigue errante-

jueves, 28 de julio de 2011

El Johnny Cash de los niños.

Tengo una amiga de esas que conoces desde que la vida todavía olía a Yakult y decisiones idiotas. Ayer me invitó a su casa. Vive sola. Bueno, no sola-sola, porque tiene una hija, resultado de una relación que no acabó de la mejor manera (ni de la peor, porque al menos no hubo machetes de por medio). El padre, ese ente espectral que alguna vez existió, le dejó la casa como un monumento al error compartido o a la manutención con culpa.

Bien, el chiste es que estábamos en la sala tomando el té hechando el chisme platicando, cuando su hija —una niña pequeña, intensa, con el poder de arruinar silencios— comenzó a insistir en poner un disco. Pero no cualquier disco. No. Uno de Cri-Cri. Y ahí me tienes, escuchando “El Ropero” y “La Muñeca Fea” con una cara entre epifanía y horror. Me cayó el veinte. Cri-Cri era como nuestro José José ó nuetro Johnny Cash en versión infantil. El trovador de la infancia que nos hablaba de seres abandonados, patitos huérfanos y muñecas rotas con una intensidad emocional que hoy requeriría receta médica.

Después de dos canciones y media, entendí que si de niño me hubieran puesto Remi en la tele y después a escuchar Cri-Cri,  habría querido tirarme por la ventana del segundo piso.

La infancia dolía, pero tenía ritmo. Y ahora lo sé: fuimos emo antes de que existiera el término. Lo llevábamos en el alma, entre un carrito de plástico mordido y una canción triste con acordeón.

Les dejo un par de links de canciones de Cri-Cri que hoy pueden escuchar con un whiskey en la mano:

La muñeca fea.
El Ropero.
Ropavejero.
La patita

domingo, 26 de junio de 2011

Casa de los espíritus, Coacalco.

Hay una casa extraña por mi universidad. En la semana pasé por ahí junto con Toño, Charly y Candido. No tengo idea de que historia tenga, si todo lo que dicen es cierto, si solo es una leyenda urbana ó como en la mayoría de los casos sean solo mentiras e inventos de los lugareños. Solo sé que le llaman "La casa de los espíritus" y "La casa de las gárgolas".

Busqué en internet y no hay mucha información salvo una página que cuenta una leyenda urbana sobre la casa y los primeros 40 segundos de un vídeo de You tube.

La casa tiene la pinta de estar abandonada y en si toda la estructura es muy extraña, tiene figuras humanas, animales, serpientes, algo así como sirenas y demás adornos bastante raros. Al contemplarla por primera vez uno tiene convulsiones y se le mete el demonio uno tiene una sensación extraña y hasta cierto punto, impone un poco.

Y obviamente no podían faltar las fotos;


Toño en pose natural
Toño y Charly
Toño, Charly y yo.
Toño, Candido, Charly y yo

Pero hubo una en especial que me llamo mucho la atención, que comparada con la última foto, se ve claramente un agregado:

 Si le dan click a la imagen, ya en grande, se puede ver entre Toño y Candido algo.

Bueno, ya sabemos que hay que hacer ¿verdad?

¡¡Llamar al papá de Emmanuel!!

No, ya en serio. Si alguien conoce algo de esta casa, déjeme un comentario ó envíeme un correo. Y pues obviamente esperen pronto alguna pendejada relacionada con esto.

miércoles, 1 de junio de 2011

¡buenas noches!

El tiempo es un hijo de puta. Uno de esos que primero te invita a soñar y después te despierta con la cruda. Un día estás rascándote la panza en una banqueta, soñando con lo que serás, y al otro te das cuenta que eso que soñaste ya pasó... y ni te diste cuenta. Fue, como dicen los cursis, el mejor de los tiempos. Pero nadie me avisó que se acababa. Nadie me gritó: “¡Ey, pendejo! Este es el momento que vas a extrañar cuando estés hecho mierda”.

Y claro, como buen imbécil enamorado del futuro, me dediqué a cagarla. Rompí corazones sin querer, aprendí lecciones a madrazos y me quedé viendo cómo la vida de los demás seguía, mientras la mía hacía gárgaras con el agua estancada de un charco.

No sé en qué momento pasé de soñar con escapar a pudrirme bajo el sol tibio y traicionero de Coacalco. Pero aquí estoy. Aquí sigo. Un mueble viejo que nadie tira, pero que ya nadie usa. Los días se evaporan como cervezas abiertas, y yo solo los observo sin saber si los estoy viviendo o sobreviviendo.

Hay asuntos pendientes. Cosas que, por su bien —y tal vez un poco por el mío— debería resolver antes de que este circo cierre. Porque el reloj avanza, no perdona. Y cada tic la brecha se hace más grande.

Ella dice que me ama. Dice que será para siempre. Pero hasta el “pase lo que pase” tiene fecha de caducidad. Y yo, que ya no me creo ni mis promesas, solo atino a mirar al cielo y preguntarme cuánto más me queda antes de convertirme en el fantasma de alguien que una vez quiso ser alguien.

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...