miércoles, 8 de octubre de 2025

Las dos vidas que tuve

Tengo una teoría personal de que mi vida se divide en dos eras claramente diferenciadas: la época en que internet no existía y la época en que internet lo arruinó todo. O lo salvó. Depende del día.

Antes de internet, fui un adolescente Gen Z bastante común: hice estupideces que hoy serían ilegales, sobreviví a traumas, situaciones funables de las que solo la ausencia de redes sociales en esa época nos salvaron y aventuras que hoy requerirían de un abogado. Era una época en la que, si te perdías, te perdías de verdad. No había GPS, no había "mándame tu ubicación", solo había calles oscuras y decisiones cuestionables.


Luego, a mis 15 años, internet y redes sociales (Metroflog y Hi5) llegó a las masas y a mi pueblo. Y con él, la supercarretera de la Información™ (término que muchos no entenderán porque estaban muy ocupados naciendo o en el kínder en lugar de estar recorriendo la supercarretera de la información) que me abrió un nuevo mundo que alimento mi encantadora personalidad y fino humor inglés que durante mi adolescencia estaba germinando. Fue una época que hasta la fecha me da risa pero de la que no me enorgullezco. Me da risa y pena, porque como José José, fui de todo y sin medida.


De pronto, ya no estaba solo en mi cuarto leyendo libros maltratados de segunda mano; ahora podía discutir con extraños en foros de todo tipo, aterrorizar cristianos, astrólogos, a quien se dejara o cometiera el atrevimiento de dar replica a cualquiera de mis pendejadas. Quería sentirme listo, diferente, atrevido y solo era un idiota con demasiado tiempo libre. Afortunadamente solo fue una etapa que eventualmente terminó. El año pasado.


Luego vinieron los blogs. Y con ellos, mis 15 minutos de fama. Escribí, me leyeron, me odiaron, me amaron. Pero lo importante es que, gracias a este hoyo negro de procrastinación llamado internet, conocí a las personas que hoy hacen que mi vida valga la pena.


Gracias al blog y subsecuentes redes sociales que fui a infectar, conocí amigos, amores, enemigos que luego se convirtieron en amigos. Gente que me aguantó (y sigue aguantando) mis crisis existenciales, mis chistes malos y mi incapacidad para ser un adulto funcional. Si hoy soy quien soy (para bien o para mal), es por ellos. Y me deslindo y los culpo directamente. Cómo se atreven.


Hoy cumplo 35 años. Cronológicamente, ya no tardo en estar en modo "los jóvenes de ahora no saben lo que es sufrir", pero la verdad es que no me siento tan acabado. O al menos, no tanto como otros Gen Z que se rindieron. Internet me mantuvo en movimiento. Me obligó a aprender, a equivocarme, a reírme de mí mismo. Sí, también me llenó de basura mental, pero al menos nunca me dejó estancarme. Y eso, en un mundo donde la gente se oxida a los 30, es un milagro.


Sigo esperando la crisis de la mediana edad. De hecho, sigo esperando la crisis de los 20 y la de los 30. Sospecho que todas me van a caer juntas en algún momento en los 40, como un tsunami de malas decisiones. Entonces encontraré a Jesús y empezaré a decir cosas como "lo que es para ti, te encuentra". Hasta entonces, seguiré aquí. Escribiendo, equivocándome, riéndome de todo (especialmente de mí mismo).


Tengo otro blog desde hace años. Ahí seguiré escribiendo, este definitivamente es el "the last dance" de este blog.




 

Adiós. Los veré en el infierno.


Desde el cielo.  

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