lunes, 21 de enero de 2013

Es hoy.

A veces nos olvidamos. La mayoría de la gente no está preparada para la muerte, ni la suya ni la de nadie. Les sobresalta, les aterra. Es como una gran sorpresa. Demonios, no debería serlo. Yo llevo a la muerte en el bolsillo izquierdo.

A veces la saco y hablo con ella:

“Hola, nena, ¿qué tal? ¿Cuándo vienes por mí? Estaré preparado.”

No hay que lamentarse por la muerte, como no hay que lamentarse por una flor que crece. Lo terrible no es la muerte, sino las vidas que la gente vive o no vive hasta su muerte. No hacen honor a sus vidas, las mean encima. Las cagan. Estúpidos. Se concentran demasiado en coger, ir al cine, el dinero, la familia, coger. Sus mentes están llenas de algodón. Se tragan a Dios sin pensar, se tragan la patria sin pensar. Muy pronto se olvidan de cómo pensar, dejan que otros piensen por ellos. Sus cerebros están rellenos de algodón. Son feos, hablan feo, caminan feo. Ponles la gran música de los siglos y no la oyen. La muerte de la mayoría de la gente es una farsa. No queda nada que pueda morir.

Una cosa que la muerte no soporta es que te rías de ella. La risa verdadera deja fuera de combate las peores expectativas. No me río desde hace 3 o 4 semanas. Algo me está comiendo vivo. Me rasco, me retuerzo, miro a mi alrededor, intentando encontrarlo. El Cazador es listo. No lo ves. O no la ves.

Cuando escribo saco a la muerte de mi bolsillo izquierdo, la lanzo contra la pared y la agarro cuando rebota. La gloria está en el movimiento y en la osadía. Al carajo con la muerte. Es hoy y es hoy y es hoy.

Sí.

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