jueves, 29 de julio de 2010

El martes son del diablo



Si se enteran todos de cómo son las cosas en realidad... —dije, sin atreverme a mirar.

¿Nos van a comer vivos? —completó ella, sonriendo con esa mueca que solo saca cuando le da igual arder.
Exacto.

Se rió, pero con una risa que raspaba.

Eso es lo que nos hace interesantes —dijo—. 
¿Interesantes? —me reí yo, esta vez más nervioso.
—Sí. Contigo es como siempre estar en medio del huracán.

La miré de reojo. Tenía las uñas pintadas de rojo, de ese rojo que no perdona.

¿Y ya le dijiste a ella? —preguntó, mirando al frente.
No. Nadie sabe. Solo tú y yo. Esto todavía es un secreto. 

Ella bajó un poco la mirada. Respiró profundo.

¿Y cuándo lo vamos a decir?
No sé… ¿Qué día es hoy?
Martes —dijo, con la seguridad con la que se hablan los amantes.
Entonces... el siguiente martes.

Se hizo un silencio raro. No incómodo, no hostil. Un silencio con sabor a promesa estúpida.

Ya quiero que sea martes —dijo. Y lo dijo en serio.

Y ahí nos quedamos. Dos idiotas enamorados a escondidas, pactando con los días de la semana como si el tiempo no nos fuera a aplastar igual.



Tuesday's gone with the wind,

Oh, my baby's gone with the wind....

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