Me
siento envenenado esta noche, meado encima, usado, desgastado hasta los huesos.
Creo que la multitud,
esa multitud, la Humanidad ,
que siempre me ha resultado difícil de soportar, está ganando finalmente la
partida. Creo que el gran problema es que para ellos todo es una repetición de
la jugada. No tienen frescura. Ni el más pequeño de los milagros. Se arrastran
hacia adelante y me pasan por encima. Si tan sólo, por un día, viera a UNA
persona hacer o decir algo que se saliera de lo habitual, me ayudaría a
sobrellevar las cosas. Pero están rancios, llenos de mugre. No hay la más
mínima elevación. Ojos, orejas, piernas, voces, pero... nada. Se coagulan
dentro de sí mismos, se engañan para ir tirando, fingiendo estar vivos.
Era mejor cuando era adolescente, y aún
seguía buscando. Merodeaba por las calles de la noche, buscando, buscando...;
alternando, peleándome, buscando... No encontré nada. Pero el cuadro completo,
la nada, todavía no se habían perfilado. Nunca encontré realmente a un amigo.
En cuanto a las mujeres, había esperanza cuando conocía a una nueva, pero sólo
al principio. Desde muy joven lo entendí, dejé de buscar a la chica de ensueño; sólo
quería una que no fuera una pesadilla.